La pandemia del actual coronavirus ha obligado a millones de personas a estar confinadas en sus casas, por el riesgo de contagios, especialmente los grupos de mas alto riesgo de enfermar gravemente. Uno de los grupos que ha tenido que respetar esta medida de manera mas estricta han sido los adultos mayores, mujeres y hombres mayores de 60 años, cuyo aislamiento del entorno social ha representado un desafío social sin precedentes.
En 1950 la esperanza de vida al nacer en Chile era de 55 años, hoy es de 80 años para los hombres y 85 para las mujeres, lo que ha producido un cambio demográfico tan significativo que en la actualidad los adultos mayores suman más de tres millones y se estima que en 2025 alcanzarán el 20 % de la población nacional, estos cambios que son sin duda universales, influyen en las políticas de salud, la economía, vivienda etc.
Aunque los adultos mayores son un grupo política y numéricamente emergente, es heterogéneo: se estima que 14% de los adultos mayores reside en viviendas unipersonales y viven solos, especialmente las mujeres y existen grandes diferencias económicas: la empresa internacional Mercer estima que el 26% de los pensionados o en proceso, se consideran conformes con su Standard de vida; pero el 68% espera seguir trabajando, siempre que su salud se lo permita.
La pandemia produjo muchos cambios en este grupo en particular. Uno de los fenómenos mas llamativos fue el retroceso que se produjo en la apreciación de los jubilados. Esa vuelta a la visión de hace treinta o cuarenta años cuando eran considerados un grupo homogéneo sin tomar en cuenta su trayectoria de vida, su estado de salud, su situación familiar, sus múltiples perfiles: muchos de aquellos que eran independientes sintieron que ya no lo eran y por primera vez comenzaron a sentirse viejos: de pronto se vieron en un grupo en el que no hallaban su lugar: aquellos que hasta entonces cuidaban a sus nietos o efectuaban actividades voluntarias, ya no podían funcionar. Quedaron al margen de la sociedad, incluso arbitrariamente señalados como culpables de las restricciones tendientes a frenar el avance de la pandemia.
A consecuencia de la pandemia han perdido la FORMA del contacto familiar y de amigos, con los cuales estaban acostumbrados a reunirse en casa, o en grupos de pasatiempo, en suma, tenían una red de apoyo. Muchos de ellos tienen que soportar la soledad, lo que les provoca un sentimiento de aflicción, alterando su calidad de vida y afectando, en especial, a las personas que padecen enfermedades preexistentes, a los cuales se les ha postergado en sus controles, para dar prioridad a la pandemia.
Pero estas limitaciones, como muchas veces ocurre, significaron también un desafío: una oportunidad de reconectarse con la sociedad por medios tecnológicos y digitales, un salto hacia el “turismo digital”, pero la brecha, económica, técnica, y de acceso es alta en este grupo. Afortunadamente la percepción de los de la tercera edad en general, es que han podido enfrentar la pandemia en mejores condiciones que otros grupos etáreos similares de la sociedad, manteniendo el vínculo activo entre los integrantes.
Podemos considerar algunas reflexiones de personajes, tanto nacionales como internacionales, que nos pueden ayudar a ampliar nuestra visión de vida y enfrentar con más optimismo el complejo panorama actual:
“No se deja de pedalear cuando se envejece. Se envejece cuando se deja de pedalear” (Albet Einstein)
La tercera edad es percibida por muchos como una etapa bonita y placentera, cuando se puede acceder al libre albedrío. Ante la adversidad debemos ser capaces de adaptarnos con éxito, junto al stress o traumas los especialistas aconsejan: prácticas de actividades físicas, meditación, alimentación adecuada y cualquier forma que permita darle sentido a la vida.
Y una experiencia más local: un vecino temuquense de más de 83 años, en plena cuarentena, con un pase de supermercado, manejó hasta Puerto Montt a visitar a su familia, deteniéndose en Valdivia a contemplar el rio. Volvió a su casa en medio de la lluvia invernal que aplaudía su arrojo tamborileando en el parabrisas durante todo el recorrido: fue un hermoso fin de semana, hacer algo distinto, incluso transgredir, a veces es necesario, y le da sentido a la existencia.
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