Marco Vásquez

La violencia escolar en Temuco ha mostrado un preocupante aumento en los últimos años, similar a otras regiones de Chile. Un estudio del Observatorio de Ciudadanía, Convivencia y Bienestar Escolar de la Universidad de la Frontera reveló un incremento del 27,7% en las denuncias por violencia escolar entre 2019 y 2022 a nivel nacional, afectando particularmente a las regiones Metropolitana, Valparaíso, Biobío y La Araucanía.

Existen hoy en día diferentes pensadores que nos proporcionan marcos teóricos que nos ayudan a entender la violencia no solo como un acto físico, sino como un fenómeno complejo y multifacético que está arraigado en las estructuras sociales, culturales y psicológicas.

El filósofo Hannah Arendt hace una distinción entre poder y violencia, argumentando que el verdadero poder radica en la capacidad colectiva de actuar en conjunto, mientras que la violencia surge cuando el poder se pierde. También introduce la idea de la «banalidad del mal», sugiriendo que la violencia puede resultar de la obediencia ciega y la falta de pensamiento crítico. Este último, a mi parecer, es el que más se identifica en relación con la violencia escolar presente el día de hoy.

He pedido un enfoque integral para abordar esta problemática. En respuesta a la propuesta de instalar pórticos de detección de metales en las escuelas municipales he resaltado la necesidad de atacar las causas subyacentes de la violencia escolar. Aunque los pórticos pueden mejorar la seguridad de manera inmediata, no abordan los factores que generan la violencia.

Existe varios factores que contribuyen a la violencia escolar, como problemas socioeconómicos, situaciones familiares inestables y la falta de apoyo psicológico adecuado. Es por esto que propongo incrementar los programas de apoyo psicológico, fortalecer la disponibilidad de consejeros escolares y servicios de salud mental, e implementar educación en valores y resolución de conflictos. Además, es importante fortalecer el vínculo entre la escuela y la comunidad, fomentando una mayor participación de las familias y la comunidad en la vida escolar.

También debemos abordar la mejorar la infraestructura y los recursos educativos, asegurando que las escuelas tengan los recursos necesarios para ofrecer una educación de calidad y un ambiente acogedor. Sugiero, además, promover actividades extracurriculares que proporcionen a los estudiantes oportunidades para desarrollar intereses, habilidades y relaciones positivas.

Finalmente, creo en un enfoque integral basado en la construcción de pensamiento crítico en nuestras y nuestros estudiantes, que combine medidas preventivas y reactivas es esencial para crear un entorno escolar seguro y saludable. Debemos trabajar juntos para asegurar que nuestras escuelas y liceos sean lugares donde los estudiantes se sientan seguros, valorados y escuchados.