La educación en línea, per se, presenta una serie de dificultades, es esencial contar con aparatos electrónicos que permitan conectarse a las clases, junto con una banda ancha que posibilite una conectividad eficaz, estos son elementos básicos dentro del proceso de enseñanza virtual. Un estudio de la Universidad Católica exhibe que el 82,9% del quintil más rico tiene un computador, mientras que en la población más pobre un 44,4%, dato relevante ya que el computador es el principal medio para acceder a la educación en estos días, una desventaja en el mundo futuro, habrá una brecha en cuanto a las oportunidades según el estrato socioeconómico al que se pertenezca en este instante. Entendiendo que quienes tienen acceso al computador, se conectan a clases, de igual forma tienen malos resultados, existe un grupo más preocupante, aquellos que no se conectan y no dieron el Diagnóstico de Aprendizaje del MINEDUC.
Si comparamos el estudio antes mencionado con la Encuesta de Acceso y Usos de Internet de la Subsecretaría de Telecomunicaciones, el “75% de los hogares con más ingresos cuenta con banda ancha y solo el 24% de los más pobres”. El estudio también reveló que, en los hogares con menores ingresos económicos, solo un 38% de ellos cuenta con un computador, mientras que en los de mayores ingresos esta cifra se eleva hasta un 93%. Esto refuerza la idea anterior, donde las personas de estratos socioeconómicos más bajos en Chile, que representan a la mayoría del país, han quedado prácticamente imposibilitadas de enfrentar esta crisis del aprendizaje.
Dejando de lado la evidencia de la brecha económica en el acceso a la tecnología, algo pasa con nuestros estudiantes. Más aún cuando nos centramos en la Enseñanza Media nos encontramos a un grupo de adolescentes que han vivido por más de un año prolongadas cuarentenas, las cuales han tenido repercusiones en lo socio afectivo. “Es particularmente grave en los jóvenes la sensación de intranquilidad y ansiedad a causa del aislamiento y la ausencia de interacción con sus pares”. Todo esto se traduce en un ambiente inhóspito para el aprendizaje, el cual a su vez empeora el desempeño tanto de profesorado como estudiantado. Provocando en el profesorado una invasión del trabajo en su espacio privado y familiar, mientras que en el estudiantado la percepción de aislamiento en una cultura profundamente mediatizada.
El sentirse aislado, incomprendido, sin socialización y con una sensación de limitaciones a las libertades, en jóvenes, trae una serie de repercusiones a la salud mental. Las cifras entregadas por la UNICEF así lo demuestran, en una encuesta a 8.444 jóvenes latinoamericanos dejó en claro este hecho: 27% de ellos reportó sentimientos de ansiedad y 15% depresión en la última semana. 46% de ellos reporta falta de motivación en cosas que antiguamente gustaban hacer, y un 36% reportó menor motivación en todas sus actividades habituales. En efecto, un 73% de los encuestados sintió la necesidad de pedir ayuda en algún momento respecto a su bienestar físico y mental, pero sólo el 60% de ellos lo hizo (UNICEF, 2020).
Una de las primeras consecuencias de una mala salud mental es la disminución de nuestra productividad, ausencias y fácil distracción. Esto afecta enormemente a los adolescentes, quienes sienten una profunda inestabilidad. Además, de estar con la incertidumbre con respecto a las decisiones que toman las autoridades, pensando en el retorno físico al aula, ya que debe haber garantías mínimas de testeo y seguridad ante eventuales contagios, apuntando a que de ocurrir sean muy pocos, trazarlo y aislarlo. Agregar que en este retorno paulatino no se ha dejado de lado la virtualidad, debido a que el espacio físico de las escuelas y colegios permiten un retorno paulatino y diferenciado de estudiantes, llegando a tener que “rifar” estudiantes que no se les renovaría matrícula. Así fue el caso de un Colegio particular de la ciudad de Los Ángeles, Región del Biobío, donde al tener un exceso de matrícula, dada la normativa que exige a las escuelas y colegios, el distanciamiento físico, tendrán que eliminar de la matrícula de 8 estudiantes, mediante el azar.
Tenemos dos desafíos inmediatos para la educación en Chile: cómo mejoramos la educación remota y cómo nos vamos aproximando a una educación mixta (remota y presencial) y luego presencial. Esta tarea es primordial para los líderes educativos, quienes deben tomar las decisiones. No olvidando que, en el mejor de los casos, llegar a un eficaz mecanismo de educación mixta, no impedirá que la brecha socioeconómica siga creciendo, de la mano con la brecha de aprendizaje. Es decir, quienes tengan mayores recursos podrán seguir aprendiendo, no así quienes se encuentren en mayor vulnerabilidad.
Si bien los resultados centrados en los contenidos son desalentadores, debemos reforzar los aprendizajes que apoyen la estabilidad emocional de los y las adolescentes. Hoy el estar en clases, mientras en la misma habitación está la cama, el enviar actividades y evaluaciones, el ser empático con los profesores que tienen mayores inconvenientes con la tecnología, el ser autónomo por parte de los y las estudiantes, son aprendizajes que toda la comunidad debe destacar y reconocer. Para los profesores y profesoras, para directivas y familias, hoy, es incluso una obligación ética.
Miguel Carrasco Valdés
Profesor de estado en castellano y comunicación.
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