Autor: Erwin Carlsson Morales
Ingeniero agrónomo Magíster en Ciencias
En un mundo impulsado por el rápido avance tecnológico, el libre pensamiento, ese patrimonio invaluable de la humanidad, enfrenta desafíos inéditos. La irrupción global de la inteligencia artificial (IA) y la creciente ola de desinformación no solo ponen a prueba nuestra capacidad para reflexionar de manera independiente, sino que también abren la puerta a peligros reales y palpables: la polarización social y la promoción del odio.
Históricamente, el libre pensamiento ha sido el motor de revoluciones intelectuales, sociales y políticas. Desde la Ilustración hasta la era digital, el derecho a cuestionar, a pensar por nosotros mismos y a expresar nuestras ideas ha sido una piedra angular de la civilización.
John Stuart Mill, uno de los más fervientes defensores del libre pensamiento, en su obra «Sobre la libertad» publicada en 1859, aborda varios aspectos fundamentales de la libertad y la defensa del libre pensamiento, argumenta que la libertad de expresión es esencial para el progreso de la sociedad, sostiene que sólo a través del libre debate y la discusión abierta se puede llegar a la verdad y desafiar las creencias erróneas o parciales. Plantea que la censura impide que las personas confronten sus ideas con otras perspectivas, lo que es crucial para el desarrollo del conocimiento y la madurez intelectual. Destaca que la diversidad de opiniones contribuye al enriquecimiento del pensamiento colectivo. Diferentes perspectivas pueden aportar valiosas ideas y soluciones, impulsando el progreso social y cultural. También introduce el «principio del daño», según este principio, la única justificación para restringir la libertad de alguien es evitar un daño claro y presente a otros, no obstante, las ideas y opiniones, por muy ofensivas que puedan resultar para algunos, en sí mismas no constituyen daño suficiente para justificar la censura. Aboga por un ambiente en el que todas las ideas puedan ser discutidas libremente, con la convicción de que este es el camino hacia la verdad y el progreso humano. Su defensa del libre pensamiento sigue siendo considerada en las discusiones sobre la libertad y los derechos individuales en las sociedades contemporáneas.
En la actualidad, este derecho se enfrenta a una paradoja inquietante, mientras que las herramientas para el conocimiento y la libre expresión están más al alcance que nunca, también lo están los mecanismos que nos manipulan y desinforman. La inteligencia artificial, con su capacidad para procesar vastas cantidades de datos y predecir comportamientos, ha empezado a moldear la manera en que recibimos y consumimos información. Plataformas digitales y redes sociales, impulsadas por algoritmos, determinan qué contenidos se nos muestran, configurando burbujas de información que a menudo refuerzan nuestros prejuicios y limitan nuestro horizonte intelectual. Hannah Arendt advirtió en su libro «La condición humana» publicado en 1958, que «La verdad nunca está tan expuesta al peligro como cuando se tolera de inmediato toda clase de mentiras por ser irrelevantes». En su obra explora la naturaleza de la vida activa a través del análisis de tres actividades humanas fundamentales: labor, trabajo y acción. Labor, se refiere a las actividades biológicas necesarias para el sustento de la vida. Labor es cíclica y nunca concluye; su propósito es la mera supervivencia. Trabajo, es la actividad que produce una “artificial” duradera en el mundo. A diferencia de la labor, el trabajo crea cosas permanentes, como edificios y obras de arte, que pueden sobrevivir al individuo y perdurar en la historia. Acción, es la forma más elevada de la actividad humana y está relacionada profundamente con la pluralidad humana. La acción se manifiesta en el discurso y en la interacción entre personas, y es a través de ella que los individuos pueden revelar quiénes son realmente y lograr cambios significativos en la sociedad. Argumenta que la acción y el discurso son cruciales porque, mientras la labor y trabajo están más conectados a la necesidad y la utilidad, la acción es independiente y se desarrolla en el ámbito de la libertad y la política. La acción y el discurso permiten a los seres humanos interactuar y tener un impacto significativo en el mundo, estableciendo redes de relaciones humanas que son esenciales para la vida en comunidad. También aborda la cuestión de la verdad y la mentira en la esfera pública, sobre todo en su ensayo «Verdad y Política», sosteniendo que la verdad está en peligro cuando la sociedad tolera las mentiras consideradas irrelevantes, ya que esta tolerancia puede erosionar la fundación de los hechos objetivos y permitir que la manipulación y el engaño se conviertan en herramientas aceptadas dentro del discurso político.
Cuando la verdad es sacrificada por ideologías o intereses particulares, la confianza pública en las instituciones y en la capacidad de discernir la realidad se deteriora. Al permitir que las mentiras proliferen y sean vistas como inofensivas, se subestima su potencial de daño. La creciente percepción de que las mentiras son simplemente parte del paisaje trivializa su impacto, llevando a un estado en donde distinguir la verdad de la mentira se torna cada vez más difícil. Arendt lucha por la defensa de la verdad como un elemento vital para el funcionamiento saludable de la democracia y la convivencia civil. El respeto por la verdad no solo fortalece la cohesión social, sino que también asegura una base sólida sobre la cual construir un debate político significativo y acciones responsables, destacando la importancia fundamental de la «Acción» en la esfera humana y advierte sobre los peligros de la indiferencia hacia la verdad. En un mundo donde la verdad está constantemente expuesta al peligro, es imperativo que las sociedades mantengan un compromiso firme con la veracidad y la integridad moral para salvaguardar la libertad y la autenticidad de la vida pública.
Esto no es una cuestión meramente técnica. La polarización social y la promoción del odio son consecuencias directas de este fenómeno. Cuando se prioriza el contenido sensacionalista y extremo porque genera más clics e interacciones, se instala un clima de tensión y división. La IA, aunque no de manera intencionada, fomenta la fragmentación al amplificar las voces más estridentes y radicalizadas. La convivencia pacífica y el diálogo constructivo están en peligro cuando dejamos que los algoritmos polaricen nuestras sociedades. Además, la desinformación, considerada como mal o plaga contemporánea, encuentra en la tecnología un poderoso aliado. La capacidad de generar y distribuir noticias falsas con apariencia de veracidad ha alcanzado niveles sin precedentes. Desde teorías conspirativas hasta propagandas políticas, la desinformación se propaga como un virus, desafortunadamente, con una eficacia que debilita la confianza pública en las instituciones y en la información misma.
En este contexto, el libre pensamiento se convierte en un “acto de resistencia”. Para conservarlo, debemos cultivar la habilidad crítica de discernir, de cuestionar y de verificar la información que consumimos. Carl Sagan planteó en su libro «El mundo y sus demonios» la necesidad de un pensamiento crítico al decir: «Vivimos en una sociedad exquisitamente dependiente de la ciencia y la tecnología, en la que casi nadie sabe nada de estas disciplinas. Esto constituye una receta segura para el desastre.» (Sagan, C., «El mundo y sus demonios», 1995), abogando fervientemente por la necesidad del pensamiento crítico y el escepticismo científico como salvaguardas contra la credulidad y el adoctrinamiento. Argumenta que una sociedad educada en el pensamiento crítico es esencial para preservar la democracia y el progreso humano. Es fundamental prevenir la desinformación y el engaño, Sagan destaca cómo las creencias erróneas y la pseudociencia pueden propagarse fácilmente en ausencia del pensamiento crítico. Señala que la capacidad de cuestionar y evaluar la información es vital para discernir la verdad de la falsedad. En un mundo cada vez más complejo, lleno de decisiones que requieren un entendimiento básico de la ciencia y la tecnología, el pensamiento crítico permite a las personas tomar decisiones informadas sobre asuntos que afectan sus vidas y el futuro de la sociedad. Una democracia funcional depende de ciudadanos bien informados que puedan analizar las políticas y las propuestas de sus líderes. Sin pensamiento crítico, las personas son más susceptibles a la manipulación y la propaganda. El autor enfatiza la importancia del método científico como una herramienta poderosa para explorar la realidad. El pensamiento crítico es una parte integral de este proceso, que implica la formulación de hipótesis, la realización de experimentos y la evaluación de los resultados de manera imparcial.
Defender la importancia del pensamiento crítico, es una habilidad esencial que empodera a los individuos y las sociedades para avanzar con conocimiento, justicia y equidad. Es fundamental promover espacios de diálogo donde las diferencias puedan ser discutidas con respeto y apertura. El libre pensamiento no es autocomplacencia, requiere de un encuentro genuino con otras perspectivas y argumentos, de reconocer la humanidad común que compartimos, pese a nuestras discrepancias, como primer paso frente a la necesidad de sanar nuestras fracturas sociales.
Podemos coincidir que en esta era de la inteligencia artificial y la desinformación, el libre pensamiento, es un recurso finito que debemos proteger con diligencia y esmero, su ejercicio consciente y responsable es más crucial que nunca, porque solo así, enfrentando los desafíos con inteligencia y humanidad, podremos construir un futuro donde la tecnología sirva al bien común.
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